Mi nombre es Gleb Brovar, y podría decirse que soy artista desde siempre. Desde que tengo uso de razón, me recuerdo con un lápiz en la mano, haciendo garabatos por todas partes.

De niño, siempre dibujaba lo que para mí era un gato: un conjunto de líneas circulares, dos ojos y dos triángulos torcidos como orejas. Pero en mi mundo, sin duda, eso era un Gato. Ahí empezó todo.

El arte no es una herramienta ni una necesidad vital. No alimenta el cuerpo ni construye casas. Y, sin embargo, ha estado con nosotros desde el principio de los tiempos. Nuestros ancestros pintaban en las cavernas sin una función práctica aparente. Lo hacían porque el arte es parte de nuestra esencia humana.

A lo largo de la historia, el arte fue apropiado, censurado, manipulado, privatizado… pero jamás dejó de existir. Porque el arte es emoción, es identidad, es magia. No necesita títulos ni técnicas perfectas para tener valor. Si solo validamos lo técnicamente correcto, nos quedamos con bellas artesanías… pero perdemos el alma.

Para mí, el arte es emoción pura: es lo que nos sacude, lo que nos conmueve, lo que nos conecta con algo más profundo. Busca en una obra aquello que despierte algo en ti, sin importar si es belleza, tristeza, rabia o amor. El arte está ahí para ti. Estar ciego ante él, es como dejar de sentir.

Nací en Rusia, rodeado de arte y bohemia. Mi madre estudiaba teatro en el Instituto Nacional de Arte de Moscú y siempre me alentó a crear. A los 5 años nos mudamos a Cuba, mi primera gran influencia cultural.

Crecí en Centro Habana, entre arte popular, religiones mágicas y tradiciones ancestrales. Cada mañana, camino al colegio, atravesaba el Callejón de Hamel, un lugar que para mí era un portal a otro mundo. Aquellos murales llenos de color y mitología plantaron en mi imaginación la semilla del surrealismo.

Mi primer gran referente fue Roberto Fabelo, un maestro del surrealismo cubano. Sus rostros, su oscuridad y su misterio me marcaron profundamente.

Con el tiempo descubrí a Rafael Sanzio, René Magritte, Salvador Dalí ,Frida Kahlo , El Bosco y Goya. Cada uno me enseñó algo distinto: las apariencias, la locura, el dolor, la fantasía, la técnica, la oscuridad… Todos ellos son pilares invisibles de mi obra.

Aunque estudié diseño gráfico y exploré fotografía, publicidad y arte digital, siempre volví al lápiz y al papel. Nada me emociona tanto como ver una línea nacer en la celulosa y dar forma a una criatura salida de mi mente.

Por eso decidí crear esta web. Quiero compartir mi arte contigo y con el mundo. Quiero que veas lo que hago, lo que siento, lo que imagino.

Gracias por estar aquí.

Espero que lo disfrutes tanto como yo disfruto creándolo.